domingo, 25 de abril de 2021

A 50 AÑOS DEL VUELO DE LOS CÓNDORES...

El 28 de septiembre de 1966, un comando nacionalista del movimiento Nueva Argentina (desprendimiento del movimiento nacionalista Tacuara), ocupó simbólicamente las Malvinas, izando siete banderas argentinas, entregando una proclama al gobernador pirata, y rebautizando puerto Stanley como puerto Gaucho Rivero.

La planificación previa.

Un antecedente:

Dos años antes, el 8 de septiembre de 1964, Miguel Lawler Fitzgerald, un piloto civil argentino, con su pequeño avión Cessna 185 matrícula LV-HUA y bautizado «Don Luis Vernet», voló hacia las islas Malvinas desde la ciudad de Río Gallegos y aterrizó en la pista del hipódromo de Puerto Stanley. Enarboló una bandera argentina, y exigió infructuosamente ser recibido por el gobernador británico, para reclamarle por la soberanía argentina sobre el archipiélago. Luego emitió una protesta y regresó al continente antes de ser atrapado por las fuerzas británicas.



A su regreso, Fitzgerald fue recibido por una multitud que se había reunido en el aeródromo metropolitano de Buenos Aires, que lo saludó como a un héroe. Iba a ser sancionado por la Fuerza Aérea Argentina, que iba a retirarle su licencia de piloto, pero ante las masivas expresiones de apoyo al piloto, el presidente Arturo Illia decidió anular el castigo. Miembros del Movimiento Nacionalista Tacuara lo subieron a una camioneta y lo llevaron a dar vuelas por toda la ciudad.

Operación Cóndor:

Alrededor de las seis de la mañana del miércoles 28 de septiembre, 18 jóvenes argentinos, entre los que había una mujer, tomaron el control del vuelo 648 de Aerolíneas Argentinas que la noche antes había despegado del aeroparque Jorge Newberry hacia Río Gallegos. Fue el inicio del Operativo Cóndor.

Dardo Cabo, alias Lito, un joven alto y delgado de 25 años, periodista y afiliado a la Unión Obrera Metalúrgica, era el jefe del comando. Lo secundaba Alejandro Giovenco, de 21 años, de baja estatura pero fornido, apodado El Chicato a causa del grueso aumento de sus lentes.




Ambos entraron con pistolas a la cabina y le ordenaron al comandante del Douglas DC-4, Ernesto Fernández García, que cambiara el derrotero. «Ponga rumbo uno-cero-cinco», dijo Cabo. El piloto obedeció y enfiló la nave, con 35 pasajeros a bordo, rumbo a las Malvinas.

La periodista y dramaturga María Cristina Verrier, de 27 años, era la tercera al mando del grupo. Su padre, César Verrier, había sido juez de la Suprema Corte de Justicia y funcionario del gobierno de Arturo Frondizi (1958-1961). Un tío de la muchacha, Roberto Verrier, fue ministro de Economía durante tres meses de 1957, en tiempos de la «revolución libertadora».
Esa mañana del 28 de septiembre, el general Onganía ignoraba lo que estaba sucediendo en el archipiélago sur. Una de sus mayores preocupaciones era la preparación del partido de polo que jugaría con Felipe de Edimburgo, el príncipe consorte inglés, quien se hallaba de visita en Buenos Aires.
Sir Cosmo Dugal Patrick Thomas Haskard era el gobernador de la isla, pero ese 28 de septiembre de 1966 no se encontraba en el archipiélago. Lo suplantaba el vicegobernador.
Puerto Stanley carecía de pista de aterrizaje. Aquel día, el radioaficionado Anthony Hardy fue el primero en divulgar una noticia que conmovió a millones de argentinos: un avión Douglas DC-4 había descendido a las 8:42 en la embarrada pista de carreras cuadreras, de 800 metros. Su emisión se captó en Trelew, Punta Arenas y Río Gallegos. Y de esas ciudades se retransmitió a Buenos Aires. Habían transcurrido 133 años desde la última presencia oficial argentina en las Islas Malvinas.
Los muchachos descendieron del avión y desplegaron siete banderas argentinas, las cuales flamearon durante 36 horas. El Operativo Cóndor tenía previsto tomar la residencia del gobernador británico y ocupar el arsenal de la isla, mientras se divulgaba una proclama radial que debería ser escuchada en Argentina. El objetivo no se pudo cumplir porque el avión, de 35 mil kilos, se enterró en la pista de carreras y quedó muy alejado de la casa de sir Cosmo Haskard. La nave, además, fue rodeada por varias camionetas y más de cien isleños, entre soldados, milicianos de la Fuerza de Defensa y nativos armados.






Bajo la persistente lluvia y encandilados por potentes reflectores, los comandos bautizaron el lugar como Aeropuerto Antonio Rivero. El sacerdote católico de la isla, Rodolfo Roel, intermedió para que los restantes pasajeros -entre los que se encontraba Héctor Ricardo García, director del diario Crónica y de la revista Así- se alojaran en casas de kelpers, mientras los cóndores permanecían en el avión.

Al anochecer, Dardo Cabo le solicitó al padre Roel que celebrara una misa en la nave y después los 18 jóvenes cantaron el Himno Nacional. Al día siguiente, luego de formarse frente a un mástil con una bandera argentina y entonar nuevamente el himno, el grupo entregó las armas al comandante Fernández García, única autoridad que reconocieron. Los muchachos fueron detenidos bajo una fuerte custodia inglesa durante 48 horas en la parroquia católica. Jamás entregaron las banderas.
El sábado al mediodía, el buque argentino Bahía Buen Suceso embarcó a los 18 comandos, la tripulación del avión y los pasajeros rumbo al sur argentino, a donde llegaron el lunes de madrugada. Los jóvenes nacionalistas fueron detenidos en las jefaturas de la Policía Federal de Ushuaia y Río Grande, en el territorio nacional de Tierra del Fuego. Interrogados por un juez, se limitaron a responder: «Fui a Malvinas a reafirmar nuestra soberanía». Quince de ellos fueron dejados en libertad luego de nueve meses de prisión. Dardo Cabo, Alejandro Giovenco y Juan Carlos Rodríguez permanecieron tres años en prisión debido a sus antecedentes político-policiales como militantes.


María Cristina Verrier, hija de un juez, y Dardo Cabo, hijo de un famoso dirigente gremial, se casaron en la cárcel.

El 22 de noviembre de 1966, los integrantes del comando fueron enjuiciados en Bahía Blanca. Como el secuestro de aviones aún no estaba penalizado en Argentina, los cargos de la fiscalía fueron «privación de la libertad», «tenencia de armas de guerra», «delitos que comprometen la paz y la dignidad de la Nación», «asociación ilícita», «intimidación pública», «robo calificado en despoblado» y «piratería». Así trató la dictadura militar del general Onganía al grupo de jóvenes patriotas, a quienes definió como «facciosos».

«Fui a Malvinas a reafirmar la soberanía nacional y quiero aclarar que en ningún momento me he entregado a las autoridades inglesas, sino que acepté el hospedaje de la Iglesia católica ofrecido a través del arzobispo de las islas Malvinas; que me consideré detenido por la autoridad argentina que allí reconocí en el comandante de Aerolíneas, entregándole al gobernador de Tierra del Fuego e Islas Malvinas, señor almirante Guzmán, las banderas argentinas que flamearon en tierra malvinera durante treinta y seis horas». (Dardo Cabo)

Casi cuatro décadas después, ningún libro de historia o manual escolar recuerda la gesta. La Academia liberal, mitrista y sarmientina, continúa en la jefatura de la «policía del pensamiento».


Movimiento Nacionalista Nueva Argentina


Homenaje a los cóndores

Estas fueron las 18 personas que formaron parte del "Operativo Cóndor", con sus edades y ocupaciones al momento del hecho:

Dardo Manuel Cabo, 25 años, periodista y metalúrgico;

Alejandro Armando Giovenco, 21, estudiante (subjefe del grupo);

Juan Carlos Rodríguez, 31, empleado;

Pedro Tursi, 29, empleado;

Aldo Omar Ramírez, 18, estudiante;

Edgardo Jesús Salcedo, 24, estudiante;

Ramón Adolfo Sánchez;

María Cristina Verrier, 27, periodista y autora teatral;

Edelmiro Ramón Navarro, 27, empleado;

Andrés Ramón Castillo, 23, empleado;

Juan Carlos Bovo, 21, obrero metalúrgico;

Víctor Chazarreta, 32, metalúrgico;

Pedro Bernardini, 28, metalúrgico;

Fernando José Aguirre, 20, empleado;

Fernando Lizardo, 20, empleado;

Luis Francisco Caprara, 20, estudiante de ingeniería;

Ricardo Alfredo Ahe, 20 estudiante y empleado y

Norberto Eduardo Karasiewicz, 20, obrero metalúrgico.



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